jueves, 22 de octubre de 2009

Comunicación

La vida en familia es el proyecto más arriesgado del ser humano. Cuando elegimos nuestra pareja no prevemos todas las implicaciones que ese hecho demanda. Aún que vivimos en la era de las comunicaciones, la comunicación cotidiana en familia representa un desafío constante. Sea porque ni siempre nos miramos a los ojos al hablar, sea por las muchas informaciones que debemos repetir diariamente o por el poco tiempo que disponemos.

Sin embargo, es necesario dedicar más atención a nuestra comunicación diaria con el fin de mejorarla, pues es por la comunicación que nos vienen los conflictos más grandes y las bendiciones más grandes. Como ayuda a todos nosotros me gustaría sugerir algunas reglas preparadas por especialistas:

1. Busque un momento diario para orar juntos, el uno por el otro, y leer la Biblia. Ore siempre antes de presentar la dificultad a su pareja y le pida a Dios sabiduría y oportunidad adecuadas para conversar y colocar todo con amor. Recuerden que Dios es el Dios que siempre se comunicó y todavía se comunica con nosotros.

2. Si deseas llamar la atención de tu pareja y lograr que te escuche con ganas de colaborar, acércate de forma agradable. Si nos acercamos con acusaciones, lo más probable es que el otro actúe en la defensiva y se predisponga negativamente.

3. Espere el momento oportuno para tratar del problema. No conseguimos nada acercándonos de forma agradable en el momento inadecuado. Lo mejor es pedir a nuestra pareja que determine el mejor momento.

4. Al presentar el problema sea específico, haga un abordaje concreto. Un abordaje vago generalmente recibe respuestas vagas.

5. Diga lo que te gustaría, no lo que no te gusta. Se abordas el problema explicando lo que no te gusta, estará asumiendo una postura crítica y negativa de abordaje del tema, y esa no es la mejor manera de obtener colaboración. Si decimos lo que nos gustaría hacemos una petición, que siempre es mucho más agradable que una crítica.

6. Exprese su parte de responsabilidad. Si somos capaces de expresar nuestra responsabilidad cuanto al tema tratado es más fácil que el otro también asuma su propia responsabilidad.

7. Exprese sus sentimientos. A veces, tratamos las cosas de forma demasiadamente práctica y racional. Así, damos la impresión de que somos calculistas. Si los sentimientos no se expresan, el otro supone que los sentimientos no importan.

8. "El bueno si breve es dos veces bueno". Sea capaz de expresar las cosas evitando divagaciones. El ideal es que esboce los puntos principales que quieras tratar.

9. Evite traer a la tona cosas del pasado. Hablar del presente es ser realista, es enfocar los problemas con el fin de solucionarlos, y hablar del futuro implica confianza de que los problemas serán resueltos.

10. Siempre ofrezca alternativas de solución. Cuando nos limitamos a exponer los hechos ante una dificultad, atribuimos al otro la total responsabilidad de encontrar la salida y damos a entender que no somos cómplices en la búsqueda de soluciones.

“El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” - 1Co 13.4-7

miércoles, 21 de octubre de 2009

Pate de Atún

2 Latas de atún claro
2 cucharas soperas de cebolla rallada
2 cucharas soperas de guisantes en lata
1 bote de yogur tipo griego
1 pizca de ajo en polvo
Hojas de menta picaditas

Modo de Empleo:
Con 1 cucharita de aceite rehogar durante 2 minutos
la cebolla en el microondas.
Dejar enfriar.
Mesclar todos los ingredientes.
Servir con pan pita.

Pate de Pollo

Esta receta de pate me acompaña desde empecé a conmemorar los cumples de los peques. Es práctica para recibir amigos y llenar la casa de alegría.

1 pechuga de pollo cocida
80 g de maíz enlatado
1 zanahoria pequeña
50 g de pasas de Corinto
4 cucharas de mayonesa
1 pizca de orégano
1 pizca de nuez moscada rallada
Sal si necesario
Modo de Empleo:

Sazonar la pechuga con sal y ajo en polvo. Cocerla, quitar la piel y desmenuzarla. Mezclar con los otros ingredientes y verificar la sal.
Servir con tostadas de pan integral.

viernes, 16 de octubre de 2009

Mousse de Limón

1 Lata de leche condensada pequeña
200 ml de nata para montar
150 ml de zumo de limón exprimido

Preparación:
En una licuadora ponga la leche condensada, la nata y el zumo de limón pon en la velocidad más alta y deja batir por 2 minutos.
Se quieres ponga en copas individuales.
Lleve al frigorífico por 2 h.
Sirva con culis de fresa:
10 Fresas lavadas y sin los rabitos
1 cuchara sopera de azúcar
Gotas de limón
Batir todo en la licuadora y dejar enfriar en el frigorífico.
Al servir ponga una cuchara de culis sobre la mousse y adorne con una hoja de
menta.
¡Buen provecho!

viernes, 9 de octubre de 2009

La Tentativa de Suicidio

En mi vida no siempre fui feliz. Cuando iba cumplir los dieciocho años me encontré en un callejón sin salida. La verdad es que todo había empezado en mi infancia. Venia de una familia con 7 hermanos huérfanos de padre. Mi madre trabajaba todo el día y por la noche también. Pero, lo peor no era eso y si que ya había pasado por 3 familias adoptivas distintas y la familia actual era la 4ª. Nadie debe tener más de una familia, tener 4 familias era no tener ninguna. Yo me sentía como un zapato viejo tirado en la calle. Nadie lo quiere y ni nadie siente su falta. Tenía una tremenda falta de amor. Querría pertenecer a alguien, a una familia.

Me veía como las hojas de los árboles que vuelan solitarias por las calles sin que nadie las mire. Lo peor era el dolor que sentía cuando empezaba a anochecer. Era tremendo, me dolía el más profundo de mi alma y, mientras, sentía que me escurría la esperanza como el agua escurre entre los dedos cuando se intenta cogerla.
Pensaba que yo no valía mucho. Iba a la iglesia y rezaba mucho a los Santos y les pedía que me ayudaran a salir de aquél agujero negro. Todavía cada día sentía mi fe más pequeña.

Aconteció que un día leyendo el Evangelio de San Juan en el capítulo 3 verso 3, en la charla de Nicodemo con Jesús, este dice" De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios"
Esta palabra me llenó de esperanza y empecé a preguntar ¿Cómo podía yo nacer de nuevo? Pregunté al cura de mi iglesia y a algunas personas de mi confianza, si les había pasado alguna vez, si habían probado "el nacer de nuevo”. Empecé a pedir a Dios una segunda oportunidad, un nuevo nacimiento. Pregunté también a un amigo que estudiaba en un seminario. Tras su negativa de no conocer a nadie que hubiera “nacido de nuevo”, me entró el desespero y decidí suicidarme.

No conté a nadie. Empecé a planearlo y como mi médico me había recetado por lo menos tres tipos diferentes de ansiolíticos, pensé que no sería tan difícil. Era yo misma que los compraba y empecé a comprar el doble, porque  el farmaceutico era amigo de mi familia nunca me preguntaba nada.
Esperé el día que mis padres viajaron, cogí todo los comprimidos que había guardado en un sobre, cerca de unos cien, y los tomé despacito mezclado con alcohol y agua hasta que me lo tragé todo. Pensé que era el fin.
Dormí no sé cuantos días. Tuve un sueño muy raro.

Soñé que alguien me sujetaba la mano e íbamos por un pasillo largo y estrecho poco iluminado lleno de puertas que daban a los cuartos. Mi guía me abría camino por entre los curiosos que me miraban. Sólo podía ver su mano y al lado un bulto con plumas que parecía la punta de un ala. Llegamos al final del pasillo dónde me enseño una habitación decorada como la de una chica. Entonces me dijo:
- Mira, esta es tu habitación.
Miré todo y ví todo muy feo. Quería salir de ahí lo más deprisa posible. Le pregunté:
-¿Puedo irme o tengo que quedarme?
Él me contestó:
-Se quieres irte aún puedes escoger.
Corrí como una loca, quería salir de ahí. Vi la luz se aproximando, salí. Sólo había agua alrededor que parecía caliente. Sentí miedo, no sabía nadar y no quería quedarme. Me metí en el agua y sentí que hundía, todavía no me ahogaba.
Desperté abrí los ojos despacito y reconocí el suelo de mi cuarto que era de gres rojo con dibujos de pequeñas ramas en verde .Lloré bajito hasta no tener más lágrimas. Estaba viva y no encontraba forma de plantearme con la misma vida que tenía antes. Me sentí miserable y estaba con rabia de Dios, de mi madre y de mi misma. ¿Cómo podía vivir si no tenía ganas?  Perdí el control empecé a gritar en un ataque de furia sin precedentes.

No sé cuánto tiempo pasó, porque me daban inyecciones de tranquilizantes todos los días. Me ingresaron en un hospital psiquiátrico después de que la familia que vivía yo, intentó exorcizarme trayendo a curas, hechiceros y todos lo que pudieran curarme.
Creo que Dios tiene un modo distinto de hacer las cosas y de manera inexplicable me encontré donde debería estar en aquél momento.
Lo que pasó fue que el médico psiquiatra que me vio, me escuchó. Buscó entenderme y lo conté todo. Me dijo que estaba intoxicada. Debería quedarme ingresada solamente para tomar vitaminas y que, mientras, hablara con la psicóloga. Ella me ayudaría a recapacitar y retomar mi vida y que cuando me encontrara bien él me daría alta. No me importaba nadie, no sentía nada, parecía que estaba completamente vaciada. No tenía ganas de vivir. Pasaron casi dos meses desde la fecha que entré en aquél hospital.

Era víspera de navidad, todas las chicas de mí habitación fueron a la misa y me quedé sola. Me había acostado y mientras cerraba los ojos podía oír a los pájaros. ¡De repente, oí alguien que me llamaba! Era la voz de un hombre. ¿Qué raro? Que supiera no solía entrar hombres en los 6 edificios donde se ingresaban las mujeres. Me quedé en silencio y oí llamarme otra vez. Contesté y pregunté quién era. La voz me contestó: -¡Yo soy Jesús! ¡Te amo mucho y tengo un nuevo plan de vida para ti!
¡Pensé que estaba loca, que mi vida llegaba al fin! Empecé a ver una luz muy fuerte que bajaba del cielo y me envolvía en un cálido abrazo. Vi una cama de hospital con alguien y mientras la luz iluminaba su rostro vi que era yo. Me reconocí en aquél lecho de hospital con todos aquellos aparatos. Seguí viendo la luz y oyendo la voz que me decía:-
-¡Yo te amo! ¡Te salvé y no dejé que nada de malo te ocurriera!
¡Podía sentir el amor como una onda que me tomaba y me abrazaba! ¡Sentí aquella luz caliente entrando por mi cabeza cruzando mi cuerpo invadiendo mi corazón y me llenando de amor! Me sentía tan bien que tenía ganas de saltar, de cantar, pero sólo pude llorar bajito. En un murmullo agradecí a Dios el hecho de estar viva. Pedí perdón a Dios y me arrepentí de haber intentado en contra de mi vida, ahora podía sentir lo valiosa que era yo. Rogué a Jesús que nunca me abandonara, querría sentir su amor para siempre. Había nacido de nuevo. La vida me esperaba y era consciente de que no es fácil recomenzar…
Eso todo pasó a más de treinta años todavía, sigo firme y nunca jamás volví a sentir el desvalor y la desesperación que sentía. Realmente nací de nuevo y con el nuevo nacimiento vino una fuerza para luchar, unas ganas de vivir y de nuevos encuentros…

Encontré todo lo que Jesús había planeado para mí vida. Conocí a mi marido, nos casamos, tenemos 3 hijos frutos de este amor. Nos amamos mucho, nos apoyamos mutuamente y eso nos ayudó a crecer como personas, pareja, padres y como profesionales.
Sé de los cambios que se pasaron en mi persona y en mi vida y todos que me conocían antes atestiguan lo mismo. Desde que pasé por esta experiencia encontré la felicidad y quiero compartirla con todos.
Se quiere puede tener la misma experiencia que yo tuve. Aprendí que basta pedir a Jesús que entre en nuestro corazón para que pueda probar el Nuevo Nacimiento. Jesús está cerca y puede oírnos y da prisa en atendernos. ¡Corra el riesgo, vale la pena!
¡Dios te bendiga!